Recensión del libro de Talemarianus

“Un maestro desconocido disimulado bajo el seudónimo latinizado de Petrus Talemarianus, escribió a finales del siglo XIX, una obra considerable por su volumen y singular por su contenido que denota una erudición prodigiosa. Esta obra enorme titulada “De l’Architecture Naturelle” no fue publicada hasta 1950. Su contenido es tan compacto y diverso y las doctrinas esotéricas a las que alude derivan de conocimientos tan poco comunes que yo he tardado varios años en leerlo y comprenderlo”.[1]

Esta introducción a Petrus Talemarianus y a su libro “La Arquitectura Natural” es el comienzo del Capítulo II del libro “La Proporción Egyptienne” de A. Fournier des Corats.

“Después de haber tomado en consideración los estudios de Moessel y de Hambidge, pude compararlos con los de Petrus Talemarianus y con los míos. Y aunque tienen numerosas semejanzas, en cuanto al tema y a su desarrollo, lo que los diferencia y hace destacar el interés del primer plan del gráfico ideado por PT, es que el suyo es el origen, el nacimiento, el principio incluso de los otros.

¿Por qué sabiduría, por qué milagro estas “Relaciones de la Divina Armonía” habían sobrevivido a tantas vicisitudes y olvido? Su existencia se había ocultado y estaban a punto de desaparecer para siempre, si este prodigio de “Maestro” no nos hubiese señalado su presencia, la cual a pesar de eso, ha escapado hasta hoy, a la atención de sus buscadores. Su estudio es tan complejo y extenso que pienso no haber descubierto todavía mas que una parte de las aplicaciones y atributos metafísicos que los filósofos egipcios les reconocían. Estas relaciones deben renacer como el fénix de las cenizas pues solo Dios sabe el precio de qué esfuerzos y después de cuantos siglos de meditación y de pacientes búsquedas, los sabios de la Alta Antigüedad los habían encontrado y aplicado.”[2]

Son palabras de A. Fournier des Corats, llenas de admiración, respeto, reconocimiento y afecto hacia un desconocido “Maestro de Obra”.

A finales del año 87, Francisco Javier Sáenz de Oiza nos lo mencionó. Sentía curiosidad por Petrus Talemarianus y nos contó la pequeña investigación que había hecho. Y fue él, también, el que me comentó en los años 88, que debería escribir sobre Talemarianus, darlo a conocer.[3]

En su ejemplar de “El Modulor”, Oiza tenía subrayados los párrafos donde Le Corbusier menciona la existencia de un libro del que sólo cita el título incompleto. Nada dice del autor.

“Ahora bien, el 16 de Diciembre de 1950, yo había tomado notas en mi álbum de trabajo en la biblioteca Mazarina, sacadas de un libro “La Arquitectura Natural” indicado por el Sr. Rouhier de la librería Vega de París …” (pag.198) [4].

A continuación cita: “Los números 108 y 7 universalmente considerados como los números místicos y fundamentales…”.

Y unos párrafos más adelante: “… del cuadrado largo plateado dedicado a la Shakti” [5] (pag.199).

En la pag. 202, vuelve a insistir: “… en aquel mismo libro de la Mazarina, hay un valor hindú que se da como decisivo: el Purusha de los Brahmanes: un hombre tendido todo a lo largo con los brazos en prolongación del cuerpo…”, con un comentario socarrón de Oiza, a pie de página: “el de Talemarianus que no quiere citar”.

Al final de su ejemplar de “El Modulor”, Oiza tenía escrito: “Este libro lo tuve en mis manos en un viaje a Paris con Juan Huarte en los años cincuenta y me parece que influyó sobre Le Corbusier.”

Las anécdotas de la búsqueda y encuentro de este libro, ya las hemos referido en otra ocasión [6] pues en esas fechas, no conseguimos encontrarlo en España.

Verdaderamente es un libro singular. No sólo en su contenido, su tamaño (50x70cms), peso (unos 5 kilos), paginación (además de la numeración ordinaria, está paginado según el alfabeto y los mantras sánscritos, y el alfabeto hebreo), encuadernación, etc, lo convierten en un libro difícil de olvidar.

En el preámbulo, el editor cuenta que cinco o seis años antes de su publicación, un Maestro de Obra les presentó un manuscrito en latín ilustrado con figuras geométricas y plantas de edificios civiles y religiosos. Lo consideraron con atención e hicieron una versión en francés “tan sincera como posible”, cuidando al máximo el lenguaje y la terminología del manuscrito. Continúa diciendo que “no es un trabajo de ciencia y erudición” sino la expresión “de una doctrina gremial esencialmente práctica” transmitida por un autor “indiferente a los juegos verbales, argucias y minucias que no sean efectivamente constructivas”. Y el editor advierte que las teorías que expone el Maestro de Obra son de fuente tradicional pura: “no es una obra nueva. Preside la edificación antigua y es expresión de principios metafísicos.” Y nada más cuenta del autor.

El libro, cuyo título completo es “De L’Architecture Naturelle ou Rapport de Petrus Talemarianus sur L’Établissement, d’après les principes du Tantrisme, du Taoïsme, du Pythagorisme et de La Cabale, d’une “Règle D’Or” servant a la réalisation des lois de L’Harmonie Universelle et contribuant a l’accomplissement du Grand Oeuvre”, se organiza, según la Tabla de Materias, en tres partes:

A) el Informe compuesto de 35 capítulos numerados y sin título donde el Maestro de Obra explica muy sintéticamente las etapas del proceso.
B) 12 Apéndices compuestos de artículos complementarios eminentemente geométricos (11 facilitados por el autor y 1 introducido por el editor).
C) las notas anexas agrupadas por el editor que corresponden a ilustraciones y planos cuyo lugar no fue especificado por el Maestro de Obra.

Pero sólo el Informe, es ya una aventura. Es un escrito continuo que no está subdividido en capítulos (aunque en la tabla de materias los defina), y donde únicamente las pausas que hace de vez en cuando para resumir o recordar el proceso recorrido hasta ese momento, permiten un cierto respiro en su lectura y reconocer los saltos inherentes a todo proceso de investigación.

En realidad, toda esa amplitud de materias que Petrus Talemarianus va recorriendo, todo ese despliegue de conocimientos que exige un alto nivel de atención del lector, esa considerable y agotadora exposición de datos, razonamientos e información, incide en lo que el Maestro de Obra considera básico: hacer entender y comprender que los símbolos que la humanidad ha utilizado y utiliza, a través de la palabra, el número, el dibujo y la figura, expresan reglas constructivas universales “que nuestra época ha olvidado”.

Que cada disciplina, las desarrolla en su especificidad y diversidad pero que son principios metafísicos universales, prácticos y útiles, ya que el hombre en la medida que los conozca, comprenda y practique, desarrolla los tres aspectos que lo conforman: el perfeccionamiento espiritual, el desarrollo intelectual y el bienestar material. Pero todo a la vez.

Que cualquier disciplina que se construya y desarrolle sin tener en cuenta este triple aspecto, conduce al hombre a la inanición, no le alimenta, su desarrollo es en “fondo de saco” y por tanto a la larga, es un proceso desviado que conduce a una “vía muerta”.

Este planteamiento de Petrus Talemarianus, de que cualquier actividad tanto física como mental o intelectual ha de servir al desarrollo del triple aspecto del hombre, hace sonar en nuestros oídos, la triada platónica de Verdad, Bondad y Belleza contenida en toda existencia.

El libro comienza con un grabado central de un Maestro de Obra medieval que tiene en su mano una maqueta de una iglesia (posiblemente Notre Dame) y en la otra el rosario y el cayado. Abajo, el Arcano 1 del Tarot “el Mago”, y las palabras de Virgilio de la Eneida, III, 96: “… Antiquam exquirite matrem.”.

El Mago en el Tarot, representa el aspecto intelectual del hombre, su capacidad de relación con el mundo, el planeta Mercurio, el contacto intelectivo con el mundo externo, la inteligencia, el autocontrol y la voluntad. Nos avisa con un símbolo, de que ha de haber un entendimiento intelectual en la lectura del Informe para que pueda producirse una compresión emocional.

Finaliza el Informe con otro grabado, el Peregrino medieval, y de nuevo abajo, el Arcano 0 del Tarot “el Loco”, y las palabras del Brihadaranyaka Upanishad V, 15: “La face du réel est cachée par un disque dór; ôte-le, O Pushan, pour quil voie, delui qui poursuit le réel» (La cara de lo real está oculta por un disco de oro excepto para aquél, Oh Pusan, que persigue lo real).

El Loco del Tarot, representa al ser humano recorriendo el sendero de la vida, es la búsqueda, el avance, pero también la duda y el desconcierto. Esencialmente, es el hombre preguntando.

El Maestro comienza contando que ha recorrido el mundo en busca de las leyes de la arquitectura natural, que está cansado y a punto de terminar cuando rendido por la fatiga se duerme al lado del camino. Sueña que en medio del desierto vislumbra un jardín maravilloso rodeado por tres recintos octogonales. Intenta entrar pero un dragón se lo impide y cuantas tentativas hace, todas fracasan. Descorazonado por esta vana lucha, lleno de dudas y confusión, invoca al arcángel San Miguel y ve escrita en el cielo la palabra ABRACADABRA, la nombra y el dragón desaparece y las puertas se abren. En ese mismo instante se despierta y orienta su búsqueda hacia el poder mágico de esa palabra.

Comprende el vínculo entre la palabra, el triángulo aritmético de Pascal y la relación de media y extrema razón. Comprueba que está implícita en el juego de ajedrez, en las relaciones del pentágono y del hexágono regular, etc. Descubre que esta palabra “simboliza los múltiples estados del ser y que unifica aunque permaneciendo diferenciadas la forma y la materia de los seres creados”. Sintetiza todo ese conocimiento en un gráfico operativo compuesto de 12 triángulos y 7 cuadrados. Es la belleza de la síntesis geométrica.

Pero duda, necesita certeza y consulta al sabio Aklishtakar, experto en la ciencia de los principios para que le ilumine sobre el desarrollo de la Manifestación. El sabio se apoya en la tradición hindú que considera la más completa y precisa de las doctrinas metafísicas.

“La Manifestación está ordenada y este orden exige una causa llamada Principio de Manifestación. Pero esta causa no es el estado último que puede concebir el espíritu humano. Más allá de la Manifestación y su principio está el Absoluto Inefable al que ningún atributo puede limitar”.

El Maestro comprende y expone con gran precisión el proceso de la manifestación. Se da cuenta de que “la triple triada de manifestación o Eneáda, siendo la plenitud del número, rige todas las cosas”. Constata que el diagrama que Aklishtakar le confía, y su gráfico operativo, se engendran de la misma manera.

Ya tiene la certeza del comienzo y se vuelve hacia la sabiduría china, el Taoismo, para dar su siguiente paso. Descubre que el orden no se apoya “…en un principio de autoridad, sino en un principio de mutación” (yin-yang), en un juego de símbolos hecho de correspondencias y de contrastes, de opuestos complementarios pero no de contrarios rigurosos.

Puede atribuir correspondencias numéricas a los Mundos de Manifestación y conocer la Eneáda cosmogónica formada por la Unidad y ocho parejas. La describe con las palabras: “Esta ley está grabada sobre la tumba de un sacerdote de Amón de la XXII dinastía: “Yo soy Uno que deviene Dos, Yo soy Dos que deviene Cuatro, Yo soy Cuatro que deviene Ocho, Yo soy Uno que lo protege”.

La sabiduría china le conduce a buscar una figura mediatriz entre el cielo y la tierra y encuentra que, esta figura, es la llave que da la forma a la pirámide de Keops.

Pero también descubre que “la identidad, la igualdad no existe en la Naturaleza”. El error es consustancial a la Creación como juego necesario para la diversificación o multiplicación: “Los errores son necesarios para la realización de la Arquitectura Natural más es indispensable definirlos con precisión”. Y define tres tipos de error: el error yang, musical ó astrológico, que por oposición y complemento le corresponde el error yin, arquitectónico ó alquímico, y el error “humano”.

Vuelve a su gráfico y descubre que en él, están implícitas 9 longitudes y por tanto, 8 relaciones asociadas en parejas que cree, “constituyen el aspecto constructivo de la Piedra Filosofal”.

Busca su nombre secreto “sabiendo la importancia de la palabra como fuerza creadora, puesto que “En el principio era el Verbo[…] y que todo fue creado por El”. En los Oráculos Sibilinos, en los textos griegos, en el Antiguo y Nuevo Testamento, en el Taoismo, en el Tantrismo…. Al final, tiene la convicción de que ha encontrado el nombre de la Piedra Filosofal y puede designar sus longitudes.

De nuevo a su gráfico. Descubre que el valor de estas relaciones forman una progresión geométrica de razón el lado del pentágono y del hexágono inscritos en el mismo círculo, y esto le permite desarrollar el trazado de la pirámide de Keops con un análisis geométrico y matemático exhaustivo.

“Animado por las correspondencias que he encontrado entre este monumento y ciertos elementos de mi gráfico…”, da un salto.

Se encuentra que puede desarrollar un gráfico intermediario de 11 elementos y por oposición y complemento, descubre otro de pentalfas también de 11 elementos. Y como consecuencia, desarrolla otro gráfico mediador entre los gráficos intermediarios de 11 triángulos y 11 pentalfas calculando las “deformaciones” de las nueve longitudes que definen la Piedra Filosofal.

Estudia la Teodicea Egipcia y se introduce de pleno en La Cábala descubriendo las analogías entre sus gráficos y el Arbol sefirótico. Imagina por último, el gráfico completo donde los elementos están doblados. Sus estudios geométricos finalizan en el capítulo XV, con un trazado sintético donde todo está dispuesto sobre una figura en forma de Tau. Curiosamente, es la relación de 3 a 7 o del Ternario y del Septenario.

A partir de este momento, comprueba y verifica. Utilizando la disciplina pitagórica, pide a las ciencias tradicionales, Aritmética, Astronomía, Armonía, Geometría y Estereometría, que verifiquen sus teorías. Descubre la estrecha semejanza que existe entre las leyes de la Armonía y de la Arquitectura. La Armonía le conduce al estudio de los alfabetos sagrados, la Geometría al estudio de los números rítmicos, la Estereometría a la partición regular de la esfera….

Recorridas las ciencias tradicionales, pasa a los mitos, a los cultos de las piedras y las aguas, a la Alquimia. De allí, a los escritos tradicionales empezando por el Génesis de Moisés, la Teogonía de Hesiódo, el Timeo de Platón, la Divina Comedia de Dante y llega a Rabelais…

Petrus Talemarianus dedica el capítulo XXIX al análisis de su obra. “La obra de Rabelais me aparece como una verdadera summa hermética, tántrica y cabalista, hecha análogamente a aquella que representan las catedrales góticas…”.

Y podemos constatar que Le Corbusier siente un aprecio similar por Rabelais. Finaliza el capítulo IV de la 2ª parte de “El Modulor” [7] con las palabras de Rabelais inscritas en una botella, y ambos utilizan las dos sentencias inscritas a la entrada del templo de la “Dive Bouteille”.

“Ducum volentem fata, violentem trahunt”.
– “Toutes choses se meuvent a leur fin»
(Todas las cosas se mueven hacia su fin). (Petrus Talemarianus).

– “Los destinos conducen al que consiente, arrastran al que niega”.
– “Todas las cosas se mueven hacia su fin”.
(Le Corbusier).

El Maestro de Obra amplía su campo de investigación. A la luz de sus teorías, analiza el plan de la Atlántida de Platón, la Ciudad Imperial de Pekín, y por último, el Apocalipsis de San Juan… y así llegamos al capítulo XXXV…

Petrus Talemarianus llama a este capítulo: “La Gran Renuncia y la vuelta a la Unidad”. Hace una pausa para indicar brevemente las etapas de la ruta que le han conducido al “conocimiento de la Arquitectura Natural” y define el tiempo de investigación: 100 meses.

Abandona esa constante del libro de interminables comprobaciones, relaciones y demostraciones, y después de 330 páginas llenas de conocimiento, en bastantes momentos muy herméticas que exigen muchas vueltas sobre ellas, el autor distiende el ritmo que ha ido exigiendo al lector. “Ahora, sé que he llegado al límite de mis fuerzas y marco así el término de este trabajo”.

Llegados a este punto, ¿qué entiende Petrus Talemarianus por “Arquitectura Natural”?. En ningún momento de todo el Informe define estos términos.

Tal vez, sería similar al entendimiento que San Agustín hace de los conceptos de arte y ciencia en música. Siguiendo a Otto von Simson [8], San Agustín “…no niega que el instinto o la habilidad práctica sean capaces de producir música. Tal comprensión tanto desde la creación como de la recepción, pertenecen a una categoría inferior, denominado despectivamente, “arte” […] pero la verdadera comprensión de la música, la que conoce las leyes de su verdadera naturaleza, las aplica a la creación musical y las descubre en una composición, es lo que se llama “ciencia”.

Más adelante, compara a la música y a la arquitectura y dice “…son hermanas, pues ambas son hijas del Número, ambas tienen igual dignidad ya que la arquitectura refleja la armonía eterna y la música la repite como un eco”.

Y de nuevo, dice que San Agustín al final de su vida “… se reafirma en su creencia de que el Número puede conducir al intelecto desde la percepción de las cosas creadas a la verdad invisible que se halla en la divinidad”.

Sigue diciendo que a mediados del siglo XII, la filosofía agustiana de la belleza es recogida en Francia, por el platonismo de Chartres y la espiritualidad de Claravall. Y que este platonismo está basado casi totalmente en el Timeo, en la importancia de la matemática y de la geometría:

“un universo creado como una composición sinfónica”.

Dada la hermandad de ambas disciplinas, música y arquitectura, los platónicos consideraron la materia del universo como “material de construcción” y la creación propiamente dicha como la acción de “ordenar” y “adornar” mediante la inteligente imposición de un orden.

Esto trae a la memoria la distinción que hace Talemarianus, en el análisis del libro del Génesis, entre la palabras “Crear”, “Decir” y “Hacer”. Son tres palabras que se emplean en diferentes momentos, cada una con un significado muy concreto.

“Al principio creó Dios los cielos y la tierra…”: creación “ex nihilo” de carácter metafísico.
“Dijo Dios: haya luz…”: creación constructiva y realizadora.
“Hizo Dios…”: creación unida a materia.

Tres mundos de manifestación en la creación: espiritual, mental y físico.

Y es el mismo pensamiento cuando hace una comparación entre el Maestro que ve la Manifestación, el Arquitecto que concibe el Plan de la Manifestación y el Constructor que realiza la Manifestación. Esto es, el arquitecto como expresión del mundo mental que unifica y relaciona el mundo espiritual y el mundo físico: el arquitecto que relaciona Idea y Materia para darle Forma. La Idea existente en el mundo espiritual, la Forma como existencia en el mundo mental y la Materia existiendo en el mundo físico.

Wittkower [9] señala que “los tres pilares del Renacimiento, Alberti, Bramante y Palladio conducen de retorno al Timeo de Platón […] Pitágoras y Platón habían revelado las respuestas, y sus ideas en este campo, aunque nunca olvidadas, adquirieron un nuevo vigor a partir del siglo XV”.

Y aquí, encontramos a Alberti, que retoma una tradición ininterrumpida desde los tiempos clásicos, y considera la música y la geometría fundamentalmente la misma cosa:

“la música es geometría traducida a sonidos y en ella se tornan audibles las mismas armonías que rigen la geometría del edificio” [10]

En el siglo XVI, Barbaro en su Comentario sobre Vitrubio dice “… la proporción pertenece a la forma, no a la materia” [11] Esto es, la proporción como elemento del mundo mental y por tanto, prerrogativa, deber y conocimiento necesario del arquitecto.

En el siglo XVII, Kepler, Galileo, Shaftesbury, Blondel…

En el XVIII, Gilpin en “Three Essays on Picturesque Beauty” dice: “¡El secreto se ha perdido, los antiguos lo conocían… si sólo pudiéramos descubrir sus principios de proporción…¡” [12].

Robert Morris en “Lectures on Architecture” vuelve sobre la proporción, dice “… descubierto por los antiguos y que pocos modernos conocieron y practicaron” [13]. (Estas palabras recuerdan las de Fournier des Corats al comienzo de este artículo.)

Este recorrido rápido por la cultura arquitectónica reciente, apoyándonos en Von Simson y Wittkower, es una forma de verificar las propias palabras del autor cuando señala que él se apoya en las tradiciones antiguas. Por eso no define, él habla de la “Arquitectura Natural” como perteneciente al orden mental que se alimenta de las Ideas del mundo espiritual: “El Arquitecto que concibe la Manifestación”: la arquitectura como ciencia de conocimiento.

Por eso habla de su necesidad, de que “la materia”, los materiales de construcción, pierde poco a poco su lugar y su importancia en la construcción de las viviendas humanas y templos, (el foso entre ambos mundos mental y físico cada vez es más profundo, se está perdiendo esta unidad de mundos), del reposo esencial de la Arquitectura en la Geometría y el Número, como base de apoyo de las relaciones armoniosas del hombre con el Cosmos, del microcosmos con el macrocosmos.

Y sobretodo, que esa armonía implícita en la Arquitectura:

“… me parece ser condición necesaria para permitir al hombre atender plenamente a la vez, su meta natural que es manifestar las perfecciones divinas en sí mismo y a su alrededor por sus obras, y su meta sobrenatural que es el retorno al Absoluto de donde ha salido. Será ilusorio, en efecto que busque evadirse de “la rueda de las cosas” si el hombre no ha puesto en primer lugar, sus actividades individuales de acuerdo con aquellas del Mundo que se oponen a él; es solamente en ese momento, cuando podrá obtener la Unión divina y disfrutarla. Dominará entonces esas actividades, tanto en sus tendencias interiores como sus expresiones exteriores, y las dirigirá, reconociéndolas como manifestaciones del juego de la Energía divina del cual tiene consciencia de participar. Pues el momento en que el hombre está en aparente comunión con el Mundo en el cumplimiento de trabajos imperecederos, el hombre se encuentra en realidad en lo más desapegado de sí mismo, de sus actividades y del Mundo y este desapego es la condición misma de la Universalidad y por consiguiente de la perennidad de su obra. Y aquí se muestra el papel doble y femenino de la Sabiduría que permite a la humanidad cumplir su meta próxima, y su meta última, ejecutando sus obras según las reglas de la Alquimia exterior y llegando, gracias a las transformaciones de la Alquimia interior, a la unión con el Absoluto”.

Por último, el autor renuncia a todo ese conocimiento transmitido: ”la vanidad de mi trabajo”, y compara su tarea, escribir el Informe, con el trabajo de los 50 hijas de Danaus, esposas de los 50 hijos de Aegitus, que se extenuaron llenando un tonel sin fondo…. Después del extenso discurso, Talemarianus lo describe como “un esquema imperfecto” pues “las aplicaciones son inagotables…”.

Y anima a los lectores a estudiar y practicar la arquitectura puesto que:

“No dudo que la Arquitectura Natural no sea capaz de asegurar a los hombres una triple felicidad. En primer lugar, la riqueza y la salud puesto que ella emplea en la práctica los materiales con el máximo de utilidad suprimiendo los esfuerzos superfluos, a continuación la ciencia, puesto que necesita del conocimiento más sintético y profundo de las leyes del Universo y por último, la santidad puesto que sirve al alma como soporte para elevarle por el amor a la posesión de la verdad”.

E insiste: “Mas antes de abandonar el país para nuevos destinos, quiero afirmar que un conocimiento más extenso y un amor más profundo hacia la Arquitectura Natural mejorará la condición física, intelectual y espiritual de los hombres…”

“He devenido en escribiente de otra verdad que nuestros Maestros disimularon sabiamente bajo los símbolos…”

Mª Luisa Lopez Sardá

Febrero 2001- Revisado Abril 2012- Revisado Marzo 2021
(Versión Española “De l’Architecture Naturelle”: Mª Luisa Lopez Sardá y Rafael González Sanchez)

Notas:
[1] A. Fournier des Corats. La Proportion Egyptienne et les Rapports de Divine Harmonie. Les Editions Vega. Paris 1957.
[2] Idem anterior.
[3] Esta recensión se escribió entonces para publicarla; se revisó en Febrero 2001, de nuevo para su publicación, y en Abril 2012.
[4] Le Corbusier. El Modulor 1 y 2. Editorial Poseidon. Buenos Aires 1953.
[5] Talemarianus utiliza las palabras ”cuadrado largo dorado” para referirse a los lados del rectángulo en relación 1/ QUOTE y “cuadrado largo plateado” para referirse a un rectángulo de relación ½ de lados. Por otro lado, 108 es el valor que Le Corbusier asigna al hombre de 1,75m de altura.
[6] José Carlos Velasco y Mª Luisa López Sardá. Artículo: Hacia una arquitectura. Revista COAM. Noviembre 2000. Número extraordinario dedicado a Oiza.
[7] Le Corbusier. El Modulor 2. Idem anterior.
[8] Otto Von Simson. La catedral gótica. Alianza Editorial. 1986
[9] Rudolf Wittkower. La arquitectura en la edad del humanismo. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. 1968
[10] Leon Battista Alberti. De Re Aedificatoria. Ediciones Akal. 2007
[11], [12], [13] Rudolf Wittkower. Idem anterior.

» Título: Recensión del libro DE L’ARCHITECTURE NATURELLE. Petrus Talemarianus.
» Obras vinculadas: Monasterio de Veruela

5 comentarios

  1. esteban setién femat escribió el 18 de abril de 2014

    Excelente síntesis sobre el libro de Petrus Talemarianus.
    Gracias por darnos la oportunidad de tener un vistazo a este gran conocimiento-práctico…

  2. esteban setién femat escribió el 19 de abril de 2014

    Que gran privilegio será poder leer y sobre todo comprender la obra completa; y así llevarla a cabo en nuestra vida

  3. Esteban Setién Femat escribió el 8 de julio de 2017

    Es un privilegio leer este artículo acerca de la obra de Petrus Talemarianus.
    Mi reconocimiento absoluto hacia Mª Luisa Lopez Sardá por esta síntesis tan clara y concreta.
    Llevo años recordando y procurando vivir esta sabia enseñanza de la «Arquitectura Natural»
    1000 Gracias.
    SHALOM

  4. Omar Lusthoff escribió el 30 de abril de 2019

    Buenas!!!

    Me interesaría mucho leer ese libro pero no lo encuentro actualmente en México, me podrían ayudar?

  5. Mariano escribió el 16 de octubre de 2020

    Hola saludos

    Donde consigo este libro ?
    Gracias

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